La ciudad de un minuto

Nuestras calles determinan la esencia de nuestras ciudades

La calle es la unidad básica de una ciudad: todos los sistemas convergen en ella, toda la cultura se desarrolla ahí, de una forma u otra. Las calles albergan protestas o celebraciones, pero son también un lugar para la reflexión, el encuentro fortuito, las tareas cotidianas, los intercambios creativos, en definitiva, la compleja esencia de la vida urbana. «La magia de la calle» en palabras de Rebecca Solnit, es precisamente esta «combinación de recado y epifanía».

Las calles muestran la auténtica realidad de las ciudades: la cultura, la convivencia, la comunidad, el comercio. Es de destacar que el tráfico no forma parte de esta realidad. Aun así, durante las últimas generaciones, las calles en todo el mundo se han degradado y desvirtuado, y aquellos propósitos originales se han visto relegados a un segundo plano, convirtiéndose en meras vías para los vehículos privados. El impacto que esto ha tenido en nuestras ciudades ha sido desastroso ya que, al ignorar la capacidad de las calles para crear y transmitir la cultura en favor del tráfico, estamos ignorando la idea misma de ciudad.

Hoy en día, sin embargo, parece cada vez más claro que esta limitada definición de la vida en las calles ha llegado a su fin, pues las ciudades de mayor relevancia apuntan en otra dirección. Tras los superbloques o supermanzanas de Barcelona, París está implementando el concepto de ciudad de 15 minutos, reorganizando gran parte de la ciudad para que sus habitantes puedan satisfacer sus necesidades diarias a pie o en bicicleta desde su casa, evitando el uso del coche. Los confinamientos en muchas ciudades a causa de la COVID-19 permitieron que las calles respiraran, que las calles repentinamente vacías nos permitieran a todos hacer balance, vislumbrando brevemente lo que podrían ser esas calles sin el ruido, los humos y los trozos de metal que se excluyen mutuamente. Pudimos imaginar momentáneamente lo que podrían ser las calles si la vida humana y de otro tipo pudiera volver a nuestros esenciales espacios públicos.

Sin embargo, aunque la ciudad de los 15 minutos es una idea sensata, delata sus orígenes un tanto tecnocráticos, en los que el municipio se limita a organizar mejor los servicios en torno a grupos de densidad por cuenta de distritos de personas, en lugar de realizar cambios más profundos en la planificación. De hecho, diversos urbanistas, como Jay Pitter, han criticado las jerarquías categóricas del concepto, en especial si son transferidas a otros contextos, señalando que «no tienen en cuenta las historias de desigualdad urbana, impuestas intencionadamente por los enfoques de planificación tecnocráticos y coloniales».

 La lucha contra esta desigualdad y la falta de diversidad solo puede llevarse a cabo a un nivel inferior, trabajando desde la calle hacia arriba. Un punto de partida tan extremadamente local tiene en cuenta las diferentes realidades, dirigiéndose a las comunidades a una escala que no elimina las diferencias, permitiendo que todas las voces puedan ser escuchadas de forma significativa. ¿Qué ocurriría si dividiéramos la ciudad de los 15 minutos en cientos de interacciones a nivel de calle? Una escala menor no implica ideas de menor importancia; en su lugar aparecen conversaciones más complejas, respuestas más diversas, diseños más creativos, manteniendo los colores vivos que subyacen en las historias cotidianas de la vida en la calle, en lugar de abstraerse hacia arriba en un «distrito». Así surge la ciudad de un minuto.

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Los elementos de Street Moves están fabricados en madera sueca, suavizando el tipo de material que solemos encontrar en las calles y transmitiendo un mensaje sobre la economía circular y los recursos locales. También posibilitan, con el tiempo, una adaptación y personalización. Foto © Dan Hill

 

Esta ciudad de un minuto es simplemente el espacio urbano justo enfrente de la puerta de tu casa, la calle donde está situado tu bloque, pero lo que es más importante, las relaciones que tienes con ese entorno y en ese entorno. No está limitada literalmente por 60 segundos, pero describe de forma general el vecindario más cercano, definido por una participación continuada y directa, por una responsabilidad compartida e íntima. Aquí probablemente conozcas al dueño del bar de la esquina, a los profesores de la guardería, los nombres de tus vecinos o incluso los árboles. Te puedes imaginar plantando tomates o especias en la calle con estas personas y posteriormente recolectándolos y compartiéndolos juntos. En cambio, es poco probable que plantes tomates en una calle a 15 minutos en bici de tu casa. Puede que formalmente se trate del mismo distrito definido por el municipio, pero no es tu barrio. En el territorio de un minuto, desdibujamos la línea que separa a la vivienda de la calle, asumiendo una responsabilidad diferente hacia nuestro entorno, comprometida en lugar de externalizada.

Vinnova, la agencia de innovación del gobierno sueco, y ArkDes, el centro nacional sueco para la arquitectura y el diseño, han reunido a los sectores público y privado en Suecia para estudiar estas ciudades de un minuto, iniciando un proyecto denominado Street Moves, que explora cómo crear este nuevo tipo de calles definidas alrededor de la cultura y la naturaleza en lugar del tráfico. Empezando por Estocolmo, Gotemburgo y Helsingborg, los prototipos de estructuras de madera proporcionan una base para diferentes «aplicaciones», desarrollando otras posibilidades en los aparcamientos en la calle. En un primer momento, los niños de cuatro escuelas de Estocolmo decidieron los diseños de sus calles. La calle diseña la calle. Como cada calle alberga a diferentes personas, cada calle será diferente, haciendo hincapié en la experiencia vivida por el barrio. Este modelo de «calle hacia arriba» es un enfoque muy diferente al modelo de planificación urbana tradicional, que se dirige desde arriba hacia abajo, incluso en el benevolente modelo de ciudad de 15 minutos.

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Los elementos de Street Moves ofrecen lugares para aparcar las bicicletas y patinetes eléctricos, así como espacios sociales. Pueden crear nuevas interacciones espaciales y sociales con tiendas, centros comunitarios y lugares de trabajo en la calle. Foto © Dan Hill

 

En última instancia, estas simples estructuras de maderas desaparecerán, se trasladarán a otro lugar y darán lugar a conversaciones diferentes. Pero al haber desencadenado un movimiento, las calles pueden continuar evolucionando, produciendo nuevas formas de entorno natural y cultural, diseñadas y poseídas por las propias calles.

Esta es la ciudad de un minuto: una ciudad abierta, un patrón difuso de barrios que se diversifican y adaptan orgánicamente, a una escala íntima en la que los habitantes pueden apropiarse, diseñar y coproducir significativamente la vida pública y natural en sus calles, sus plazas, estos mercados, estos jardines, estos teatros de la vida cotidiana. Estos barrios de un minuto se sitúan dentro de distritos de 15 minutos, y estos distritos, a su vez, se sitúan dentro de ciudades más grandes, dentro de bioregiones, como si se tratara de muñecas rusas de vivos colores.

Street Moves es un pequeño paso en esta dirección, pero con su objetivo de pasar de unas pocas calles a todas las calles del país, puede ser un paso muy importante. Es un primer estudio de cómo un patrón hiperparticipativo e hiperlocal invierte la polaridad de la planificación urbana tradicional, pasando de la calle al barrio, al distrito, a la ciudad, construido sobre una dinámica de adaptación diversa. La ciudad de los 15 minutos tiene un inmenso potencial pero solo si las ciudades de un minuto contenidas en ella prosperan, siendo poseídas y producidas por las propias calles.

Imagen principal: Las transformaciones de las calles han sido diseñadas por escolares cuyas escuelas están situadas en esas calles. Sus sugerencias incluyen areneros, refugios, pizarras y espacios de juego, al lado de las zonas de asiento y micromovilidad de Street Moves. Foto © Dan Hill

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